El microrrelato que viene a continuación tiene por escenario el cuadragésimo primer milenio mostrado en el juego de miniaturas Warhammer 40.000, por el cual siento auténtica fascinación.
Los hechos narrados pertenecen a un capítulo astartes sucesor de los Ángeles Sangrientos inventado por mí que recibe el nombre de Leones Sangrientos, provenientes del planeta Cirinia.
Hubo varios capítulos de marines espaciales que acudieron en ayuda del sistema Korton contra las invasiones Eldar y la partida de guerra del señor del caos conocido como Nerkon Manomuerta, caudillo de varias escuadras de los amos de la noche. Pero ninguno brilló más en la defensa del sistema Korton que el capítulo de los leones sangrientos, los guerreros de Cirinia.
Quizá uno de los eventos más memorables de la guerra por Korton sea la llamada batalla por Tulio.
Del cielo vinieron los leones de Cirinia a reclamar los restos del
Hermano Tulio y su Dreadnought destruido por el fuego Eldar.
Bajo el
grito "Gloria o Muerte, por cirinia y el emperador", toda una escuadra
de asalto de la cuarta compañía de los leones sangrientos se lanzó a los
cielos de Korton VI desde la Stormraven "Promesa de Baal" y cayeron
sobre los Xenos de la misma manera que un meteorito choca contra la
corteza de un planeta.
Decían descender de los ángeles sangrientos, y
juntaban su heráldica de las tres gotas de sangre con pieles y collares
confeccionados con colmillos de leones de Cirinia, y prácticamente
combatían como si de antiguos dioses de la guerra se trataran.
A cada disparo, cada golpe, cada muerte provocada por sus espadas Sierra, los leones rugían con todo su poderío, dejando todo un muro de cadáveres Eldar alrededor de los restos mortales del Hermano Tulio.
Destacó ese día el hermano Claudio Arminio, el cual usó su retrorreactor para lanzarse a la caza de la bruja vidente que dirigía las tropas Eldar, partiéndola en dos con su espada sierra. Le concedieron por esta acción la Lágrima de Sangre, una condecoración que premia la habilidad marcial y la hazaña propia de un héroe.
La acometida de la escuadra de asalto y la posterior carnicería obligaron a los eldars a retirarse, huyendo de los marines espaciales de armadura roja y botas naranjas que ahora se elevaban sobre los cadáveres Xenos alzando sus armas al cielo y rugiendo por la victoria y y la gloria.
Custodiaron el Dreadnought destruido del Hermano Tulio hasta que llegó la Thunderhawk, con la que transportaron al último de la primera generación de los leones sangrientos a su boscoso planeta, Cirinia, donde recibió los los ritos funerarios adecuados para tan extraordinario guerrero que dio su vida por Cirinia y el emperador.
Se sabe que los Eldars no volvieron a pisar nunca el suelo de Korton VI. No sólo porque temían a la ira de los leones sangrientos, sino porque a día de hoy sigue estando el muro alzado con los restos mortales y las armas y armaduras de sus caídos como mudo recordatorio de lo que ocurrió en la batalla por Tulio.
-Extracto de la guerra del sistema Korton, apartado de Crónicas y sagas del glorioso capítulo Astartes de los leones sangrientos, escrito por el bibliotecario jefe de los leones sangrientos Auron Kratos.