El orco pensativo

El orco pensativo

lunes, 13 de junio de 2022

La Emboscada Perfecta

 

A la sombra de los árboles de la provincia de Itherion, Olvetia, un camino serpenteaba por el bosque.

Kendra había recorrido esta senda toda su vida, sabía de memoria cómo caminar por ella.
Había puesto a su presa recién cazada, un enorme gamo, a lomos de su caballo de carga.
El otoño estaba empezando, y podía verlo en las hojas caducas empezando a caer. Pronto toda Itherion tendría los broncíneos colores de la senectud, y tendría lugar la festividad de Somyain.
 
Kendra lo deseaba, estaba muy cansada del calor del verano.
 
De entre los arbustos más profundos, ojos humanos la espiaban. 
Bandidos. Todos ellos con extrañas marcas que los delataban como seguidores del Dios-Mantícora Maktor, señor de la destrucción. 
 Eran Hijos de Maktor, un grupo de forajidos unidos por el culto a su macabra deidad.
 
Pronto vieron a Kendra. De altura media, gigantesca cabellera rojiza, entre ondulada y rizada. Vestía encima de su gambesón el Feileadh Mor verdiblanco del clan Mablaidd, sujetado con un broche al hombro del símbolo del clan: el lobo blanco.
 En su espalda llevaba el arco cruzado junto al carcaj, y con la mano libre de las riendas llevaba un hacha de leñador. Al cinto, una falcata y varios cuchillos.
La vieron como una mujer robusta, con las orejas afiladas propias de un elfo, pero con una constitución y un rostro ovalado, pero bonito, propios de una persona de raza tuerga.
Medio elfa, medio enana. Una idirien. Las espaldas anchas y los brazos fuertes la delataban como consumada arquera.

Sin duda, debía de ser una persona fuerte y peligrosa. Pero a los hijos de Maktor les valía la pena.
Hacía mucho que habían perdido el miedo a enfrentarse a cualquiera. Llevaban meses viviendo del saqueo y el pillaje, y no les había ido nada mal.
La presa de caza que llevaba, en el caballo ya era de por sí un suculento botín, pero tanto el feileadh mor, con su broche como las armas y herramientas que portaba tendrían mucho valor. Y, quién sabe, quizás muy buenas monedas.
 
Pero no era lo único que anhelaban de Kendra. Todos sabían lo que querían hacerle cuando le rompieran las ropas. Y nadie de la banda iba a oponerse.
Kendra avanzaba, distraída, pensando en sus cosas, cuando vio que el camino había sido cortado por varios troncos caídos.
De entre los arbustos y demás escondites salieron muchos hombres armados, todos ellos con aspecto de haber estado durmiendo al raso durante semanas.
 
 -Es un camino muy peligroso, señorita -dijo uno de ellos-. Dicen que hay malhechores por los alrededores.
 
Todos le rieron la gracia, pero el que había hablado vio que la enanelfa se mantenía serena. Sus brillantes ojos verdes mostraban indiferencia, y su pecoso rostro parecía una indescifrable piedra.
 
 -Mi nombre es Antón -Volvió a hablar el bandido-, y en nombre de mis chicos te doy la bienvenida a mi peaje. 
 
Kendra sonrió, y habló con dulce voz.
 
-Un placer conocerte, Antón, señor del peaje. 
 
-Nos ha salido graciosita, la elfa -comentó uno de los subordinados de Antón.
 
-¿Con esa cara que me traes? -Dijo ella-. Lo raro es que alguien no se ría en tu cara.
 
-Calmémonos todos -Dijo Antón-. Aunque reconozco que cualquier persona que mande callar a Raúl me cae bien. Es un bocazas incorregible. 
>>Pero, explícame, ¿Qué hace una dama tan guapa como tú vagando sola por los bosques? Hay gente muy peligrosa al acecho. No sabes la suerte que tienes de habernos encontrado.
 
-¿Yo, Dama? -Dijo Kendra con sorna-. Torás me parta en dos antes que ser una dama. Soy una mujer de los bosques.
 
Kendra se fijó que muchos habían hecho gestos de incomodidad, incluso ademanes propios de alguien que quiere alejar la mala suerte. No fallaba: todos los seguidores de Maktor temían a Torás.
 
-Mujer de los bosques o no -Dijo Antón-, corres un grave peligro. Si no es por los bandidos, quizás sean las mantícoras las que te maten. Se han vuelto muy peligrosas. Nosotros podemos protegerte hasta llegar a tu destino. Sólo tienes que pagar tu peaje, con ese suculento ciervo. 
 
<<¿Acaba de llamar "ciervo" a un gamo?>>, pensó Kendra. 

-Y también -añadió Antón, con un tono de voz que era una clara invitación-. divertirte con nosotros, un poquito. Las noches del bosque suelen ser muy frías. Haznos entrar en calor, y mañana podrás pasar. Sólo ábrete de piernas y sonríe. 
 
Kendra rió.
 
-El sueño de mi vida. 15 hombres dispuestos a saciarme y calentarme la cama durante una sola noche. Qué afortunada soy -Dijo con sarcasmo. 

Reconocía que la idea no le desagradaba, le gustaba estar con varios hombres (y varias mujeres) a la vez.
Lo que le desagradaba era quién se lo estaba proponiendo.
 
Esos adoradores de dioses del caos llevaban demasiado tiempo saqueando y violentando las tierras de su alianza de clanes. Y las tropas del rey, el "bendito conquistador y traedor de la civilización"como lo llamaban los pregoneros propagandísticos, no habían hecho nada para evitar el bandidaje. 
 
-Es una lástima -continuó Kendra- que mi líbido no se vea estimulada por hombres cuyo aliento huele a mierda, y se creen que por comer casquería humana están cerca de un dios maníaco. Además, dudo que pudiérais aguantar el ritmo; mis caderas son fuertes, y he dejado paralíticos a más de uno que se creía más fuerte de lo que era.
 
Se hizo el silencio. Los gestos de los bandidos empezaron confusos, pero pronto se hizo evidente que estaban enfadados. Kendra lo notaba, y no podía dejar de sonreír, y seguía calmada.
 
Los tenía justo donde quería.
 
-¿Cómo sabes lo de nuestra fe? -Dijo Antón, finalmente.
 
-Mi buen Antón -Contestó ella divirtiéndose-, es bastante evidente. Sólo hay que ver vuestras pintas y vuestra cara de haber estado comiendo carne cruda durante meses. además, sois como las ratas: estáis por todas partes.Y vuestro olor a carne podrida mezclada con heces os delata a una milla de distancia.
 
Uno se le puso enfrente y la amenazó con un cuchillo.
 
-Cuida tu lengua, zorra. O te la cortaré para luego follarte la garganta.
 
Kendra arqueó una ceja.
 
-En tu cabeza suena más intimidante. A mí me parece el comentario de un niñato.
Kendra lo agarró de los testículos y se los retorció, provocando que éste soltara el cuchillo y soltara un mudo grito de dolor.
 
-Y dime, ¿Cómo vas a... "follarme" la garganta si te arranco los cacahuetes de cuajo?
 
 -¡SUFICIENTE! -Gritó Antón, dando la orden de que apuntaran con sus armas-. Suéltale o te destripamos. 
 
-Dejadme pasar y le soltaré los huevos a vuestro amigo.
 
-No sabes a quién estás desafiando, puta. Si sabes lo que te conviene vas a soltarlo y a hacer lo que te digamos. O atente a las consecuencias.
 
Kendra posó el filo de su hacha sobre el cuello del bandido al que tenía cogido por la bolsa escrotal.
 
-Oh, ¿así que ya has perdido los exquisitos modales de hace unos instantes? Que desfachatez, llamar puta a una mujer de bien como yo. No te conviene tratar así a una mujer si quieres seducirla.

-¿Has perdido la cabeza? Estás rodeada y no tienes adónde ir. Podrías haber pasado un rato agradable conmigo y mis hombres, y sólo tenías que sonreír y hacernos caso. Ahora vamos a hacer contigo lo que queramos, y una vez acabemos te sacrificaremos a La Gran Mantícora.
 
-Dudo mucho que eso llegue a pasar. TÚ -Dijo Kendra a quien le apuntaba con una ballesta-. Sigue apuntándome con eso y te lo meto por el culo.
 
El bandido con ballesta bajó su arma, desconcertado.
 
-¿Y qué te hace pensar que saldrás de ésta con vida? -Dijo Antón, curioso.
 
-Déjame pensar -Contestó Kendra, con gesto pensativo-. No sabes diferenciar entre un ciervo y un gamo, y hay un pequeñito detalle que debería de haberte llamado la atención.
 
-¿A qué te refieres?
 
Ella soltó al bandido de sus testículos, y éste se puso detrás de Antón. Éste hizo un gesto de que se quedaran quietos. Kendra cogió su hacha con las dos manos.
 
-¿Cómo es que sé que sois 15 si aquí mismo sólo hay 8 de los vuestros?
 
Antón torció el gesto, dándose cuenta de que era verdad: sólo eran ocho personas de la banda los que estaban ahí con él. El resto estaba oculto entre la maleza.
 
-Cualquier rastreador lo bastante capacitado podría haber detectado a mis hombres ocultos. Los cuales ahora mismo te están apuntando desde sus escondites...
 
Kendra sonrió y contuvo la risa.
 
-Más bien, "estaban".
 
De repente, se oyeron aullidos, que desconcertaron a los hijos de Maktor. Entonces Kendra respondió a esos aullidos con su propio aullido, dando la señal.
Y su Talpe, su manada de montaraces y almogávares, entró en acción. 
 
El aire se llenó de los gritos de los bandidos ocultos, siendo acuchillados por los montaraces de Kendra.

-JODIDA ZORRA TRAICIONERA - gritó uno de los bandidos antes de atacarla. 
 
Ella desplazó su pie hacia un lateral, golpeó sus piernas con la parte plana de la cabeza del hacha, y una vez cayó al suelo le abrió la cabeza de un hachazo.
Y mientras sacaba el hecha del cráneo, su Talpe caía sobre los hijos de Maktor. 
 
Errol cuajaba a navajazos a uno por detrás, mientras que Samrio lanzaba su jabalina, la cual impactó contra el pecho de un bandido.
Culcas y Aunia peleaban con sus falcatas, y daban muerte a cualquiera que estuviera cerca de ellos. 
 
 Nianna, la dendromante peliverde, lanzó con su cayado un rayo de luz solar abrasador, quemando el rostro de uno de los bandidos, al timepo que con un gesto de su mano hizo que plantas trepadoras atraparan a un hijo de Maktor que había estado a punto de cortarle la cabeza.
 
-Quédate ahí -dijo Aunia cuando pasó al lado del bandido atrapado-, luego te enseñaremos lo que es el dolor.
 
Por su parte, Kendra sacó la falcata, y mientras paraba con el hacha un golpe de martillo, le abría el estómago con la espada.
 
-OLVETIA GU BRÀTH -Gritó Kendra, antes de rajarle el cuello a otro.
 
Pronto casi todos los hijos de Maktor estaban muertos. Sólo quedaba Antón, armado con una espada de mano y media y siendo rodeado por los montaraces de Kendra. Todos ellos con sus armas manchadas en sangre, todos con el feileadh mor, algunos con el mismo patrón que Kendra;  otros, como Nianna, el azul y verde de los Makirin, o el rojiámbar del clan Arkaiarth, como Culcas. No eran extrañas estas compañías formadas por miembros de diferentes clanes.
 
-Buena caza, Compañeros -Dijo Kendra, mientras envainaba la falcata y volvía coger a dos manos el hacha-Pero éste es mío.
 
- Kendra -Dijo Nianna, su voz de la razón-. No lo prolongues demasiado. Haz lo que debas y vayámonos sin dejar rastro.
 
-No seas aguafiestas, Niann-Protestó Kendra-. Déjame jugar con mi nuevo amigo.
 
Antón no bajaba la espada. El miedo y la rabia hacían que sus manos temblaran.
Sin embargo, Kendra estaba relajada, expectante. Curiosa. No era una sádica que disdrutara torturando o matando, sólo era una persona que prefería estar relajada ante cualquier tipo de presión. Lo hacía todo mejor cuando no se dejaba llevar por el estrés. 
 
-¿¡Cómo es posible!? -Bramó Antón-¡Estábamos preparados para cualquier cosa!
 
-Pero no para mí -Dijo Kendra-. Ni para ninguno de mi Talpe. Teníais un buen escondite, un plan de acción perfecto.  Vuestro rastreador os daba la alarma desde la linde del bosque cuando veía a una posible "víctima", y casi a mitad del camino hacíais la emboscada.
 
-¿¿QUE HAS HECHO CON EDGAR??
 
-¿Así se llama el rastreador? Errol le cortó el cuello tras dar el aviso de que yo iba en vuestra dirección. No podíamos matarlo antes de que el señuelo, una servidora, hubiera sido por él y diera la alarma para que preparárais la trampa. El resto ya lo sabes: Me asaltas, me intentas dar por culo, y descubres que tú no eres quien ha tendido una trampa. Sino nosotros.
>> Ha sido demasiado fácil. Normalmente estas operaciones me suponen una semana de planificación. Pero sólo os hemos tenido que vigilar y observar durante dos días.
 
-¿Nos has estado espiando?
 
Kendra abrió los brazos para referirse a los árboles.
 
 -En todo momento. No puedes hacer una debida emboscada si no sabes por dónde va a ir tu presa. Huelga decir que no fuísteis capaces de detectarnos en ningún momento. Lo cual es una maravilla, hemos dado con los hijos de Maktor más tontos de toda Olvetia.
 
-Maldita zorra -masculló Antón-. La ira de Gran Mantícora te destripará y convertirá tu cadáver en...
 
-Ahórrate las maldiciones de pacotilla -le cortó Kendra-.
 
-NO SABES LO QUE SOMOS CAPACES DE HACER. SOMOS LOS ELEGIDOS DEL VERDADERO DIOS DE LA GUERRA Y LA MUERTE.
 
-Oh, ya veo. El mismo que fue derrotado por Aníbal, por Torás y por Auria, los tres adorados como dioses de la guerra. Creo que tu dios es bastante débil.
 
 -SOY ANTÓN TADEZ VELASCO VILAS, HIJO DE TADEO VELASCO, ELEGIDO POR MAKTOR PARA ERRADICAR TODA FORMA DE VIDA QUE LO CONTRARIE. SOY LA COLA DEL ESCORPIÓN, LAS FAUCES DE LA MANTÍCORA, LA IRA DESATADA DE MI PATRÓN.
 
 Kendra sólo apoyó su mano libre en su cadera, y arqueó una ceja. La indiferencia ante la amenaza desconcertó a Antón. 
 
-Yo me llamo Samrio -Dijo Samrio, y todos le rieron la gracia.
 
 -Ya que jugamos a las presentaciones -Dijo Kendra, tras recuperar la compostura-, haré la mía. Me llamo Kendra Roy Mablaidd; Mi padre es Zuron Stellion Ro-Arkaiyarzos, y mi madre es Iasdara Roy, jefa del clan de los Mablaidd de Itherion. Y tú, Antón Velasco, has tenido la mala idea de venir a mi hogar y saquearlo conforme te ha dado la gana.
>>Y por el poder que Ferox me ha otorgado, en nombre de mi madre, la jefa Iasdara Roy Ro-Mablaidd, te sentencio a muerte.
 
Preparó el hacha para soltar el golpe, y con una media sonrisa, dijo un último comentario:
 
-Sólo ábrete de piernas, y sonríe.
 
Antón soltó la espada y salió corriendo. Nadie le paró la huida. Sabían lo que Kendra quería hacer ahora. Y no iban a negarle la presa.
 
Kendra clavó el hacha en un tocón, y descolgó el arco. Puso una flecha, y apuntó, sin aún tensar demasiado. Quería ahorrar fuerzas.
Antón había empezado a moverse en zig zag entre los árboles, ladera abajo. El muy canalla no era tan tonto, y sabía que podían dispararle por detrás.

Kendra empezó a mover de un lado a otro el arco mientras hacía los debidos cálculos. Se conocía cada uno de esos árboles, y podía notar cómo un viento de levante soplaba suave. Éso podía desviar la flecha, y los pinos suponían obstáculos con los que el fugitivo podía protegerse del tiro.
La idirien podría perfectamente usar un aluvión de flechas, bajo posibilidad de que una acertara.
 
 Pero a Kendra no le gustaba desperdiciar flechas, y en esos microsegundos calculó a ojo la velocidad del zigzagueo de Antón, el viento, los huecos libres entre los árboles, e hizo casi de cabeza la correspondiente ecuación.
 
 Y dio con el sitio adecuado.
 
Tensó con todas sus fuerzas, hasta el punto de que los brazos y la espalda empezaban a dolerle, siguiendo con la punta de la flecha la figura de Antón, hasta que estaba a un segundo de llegar al hueco elegido.
 
Y soltó la cuerda. 
 
La flecha voló en menos de un segundo ladera abajo hasta impactar con fuerza sobre Antón como si hubiera sido una pedrada entre los homóplatos.  
 
El cuerpo del saqueador cayó al suelo por el impacto, y Kendra oyó a sus espaldas los vítores de sus compañeros. No necesitaban comprobar si la presa seguía con vida o no. Había sido un tiro limpio, preciso y directo.
 
Estaba muerto.
 
 El Talpe de Kendra celebró su victoria frente a los bandidos, e interrogaron al prisionero que había hecho Nianna antes de ejecutarlo, para que les contara sobre más grupos del culto a Maktor a los que cazar otro día.
 
 Después, saquearon los cadáveres, al tiempo que cortaban las cabezas de todos los bandidos, que fueron llevadas junto al botín a Koridis, donde residía Iasdara. Kendra mostró las cabezas, al tiempo que explicaba cómo lo había hecho. 
 
 Y ella y sus compañeres fueron vitoreados y reconocidos como héroes de la comunidad. Se habían ganado la gloria aquel día.