Hanzo Takeshi resoplaba. Su Kusarigama había dado buena cuenta de soldados del clan Kuma. Aún así, se mantenía en guardia. En cualquier momento podrían volverle a atacar.
Vio acercarse a otro miembro del clan Kuma. Kuma Renshi. El heredero del Daimyo y rival de Takeshi.
Renshi lo observó atentamente. Su mempo le daba el aspecto de una bestia de largos colmillos, y era imposible saber qué expresión tendría.
No desenvainó sus espadas ni se puso en guardia con su yari. Miró de soslayo, y se adentró dentro del apretado bosque de bambúes.
Otro inconsciente habría insultado a Renshi, pero Takeshi sabía que no había huido, sino elegido el lugar del duelo. Antes de ir a seguirle, observó el bosque.
Sabiendo lo que podría pasar, guardó el Kusarigama, desenvainó la katana, y se adentró entre el bambú.
Caminó despacio por el apretado sendero, con la espada en correcta Hasso no Kamae, atento, manteniendo la calma. Debido a la cantidad de bambú que había, era casi como si fuera ciego. Renshi podría estar a su lado y no habría sabido verlo.
Entonces sintió algo. Dio un paso atrás. La Yari no le dio en el costado gracias a su movimiento instintivo. Bajó la katana y la ascendió hacia donde había venido la lanzada, acompañándola con el correcto juego de pies y un poderoso Rugido.
El arma atravesó la armadura y el pecho de Renshi. Debajo del Mempo se podía ver cómo sangre que salía de su boca llegaba al cuello. Takeshi pudo retirar la katana, y decapitó a Kuma Renshi. Sacudió la espada para limpiarla, envainó, y realizó una reverencia al cadáver de Renshi.
Horas más tarde, Takeshi se arrodilló frente a su Daimyo, el honorable Okami Matsuo, y le ofreció la cabeza de Kuma Renshi. Matsuo asintió, y por tal hazaña le otorgó tierras y renombre.
El clan Okami ganó la batalla, y Hanzo Takeshi restauró su honor.
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