Sufres, hijo mío. Eres para mí como un libro abierto.
Lamento lo que te ha pasado, pero espero que lo que te escriba te sirva de ayuda. No voy a ridiculizarte con tus malas experiencias en el amor. Sólo quiero ayudarte y dar consejo.
Lo has tenido que sentir más de una vez. Esa sensación. Te enamoras de ella, y ella al principio también.
Os conocéis, os enamoráis, os amáis. En una sola noche lo compartís todo, lo experimentáis todo el uno del otro. Jamás fuiste tan feliz que en esas dieciséis horas de plenitud. No reside en lo físico simplemente, llega hasta un nivel espiritual.
Pero, por azares, deja de estarlo. Esa persona deja de estar enamorada de tí. Cambia de parecer, ya no le resultas tan interesante.
Y entonces llega la sensación. De que jamás podrás olvidarla, jamás podrás dejar de amarla. Jamás podrás volver a amar a nadie con la misma intensidad.
Como si hubieses saboreado el vino más exquisito, la mejor de todas las carnes. Y ahora todo lo que comes te sabe a cenizas. Deseas la muerte, pues ya no le ves sentido a la vida. ¿Cómo se te puede culpar, cuando has llegado a conectar con alguien a un nivel que ni siquiera te habías planteado que pudiera haber sido posible.
Mientras contemplas, una y otra vez, su retrato, pues cómo no ibas a estar fascinado por semejante criatura, bendecida por los dioses con tantos dones:
Esa sonrisa que ilumina todos los rincones de la habitación, enmarcada con labios de fuego; esos ojos que brillan con el fulgor de una estrella; ese gesto de cariño y clemencia que sanó todas tus heridas durante toda una noche; esa sabiduría que sació tantas veces tu sed de conocimiento; esas suaves y amables manos que agarraron tu rostro y acariciaron tu alma; esa aterciopelada voz que te hizo olvidar todo aquello que amarga tu existencia en este mundo de luces y sombras, mientras te susurraba palabras de conocimiento y cariño.
Sí, he visto cómo miras su retrato en la galería del Duque, y cómo hablabas de ella con tus amistades. Sé que es la bruja que posó para La Dama del Lirio. Una mujer brillante, no sólo por su belleza, sino por su personalidad. Cómo no fijarse en ella.
Pero debes ser fuerte. Debes continuar. Sí, ahora importa muy poco lo que te diga o deje de decir, estás con mal de amores y sientes como si tu corazón hubiese sido picoteado por un grifo.
Pero tienes que hacerte la pregunta: ¿De verdad quieres vivir a merced de un recuerdo? ¿De verdad quieres sufrir sin motivo?
Te hizo feliz una vez, pero si no se quiso quedar, no tienes por qué hacer como que se ha quedado.
No te diré que la dejes marchar, pues ya se fue. Ella decidió irse, no seguir a tu lado. No cumplir las promesas de amor que te hizo.
Sólo te diré que mereces darte una oportunidad. No es cuestión de dejarla marchar, sino de dejarte a tí mismo seguir caminando.
Mereces volver a mirarte en el espejo y sentir que puedes con todo. Mereces seguir buscando, seguir amando, seguir rodeado de tus amistades y familiares. Hasta que aparezca La Persona. O las personas, quien sabe. Igual tu amor es múltiple y no lo sabías.
Pero algún día, volverás a enamorarte, y a volver a amar. Incluso llegarás a volver a amar con tanta intensidad que no creerás que es posible hacerlo a ese nivel.
Sólo tienes que volver a caminar. Camina, y disfruta del viaje.
Ya llegará el momento. Sólo respira hondo, y vuelve a caminar. Ya llegarás a tu destino.
Te quiere, tu padre.
- Carta del Ingeniero Enrico Bassata Di Elirion a su hijo Carlo.