El orco pensativo

El orco pensativo

miércoles, 31 de marzo de 2021

La Corona de Sangre

La Corona de Sangre, y la Codicia de los Visikorvos

Imagen obtenida de Pinterest

 

  El Rey Aris de los visikorvos, para los zirielitas, fue un héroe. Para los magnocrátidas, un monstruo. Lo que es cierto es que aprovechó la debilidad del imperio urbiano para llevar a su pueblo a las provincias de la península leoniana y fundar un reino que vivía de los saqueos a la población leoniurbiana. 

    De entre sus rapiñas obtuvo una corona muy extraña, de gran antigüedad, y la adoptó como símbolo de su poder regio. Cuando estallaron las guerras dogmáticas, Aris hizo un pacto con El Enviado de Urbia, y realizó todo tipo de abusos y persecuciones contra los magnocrátidas de todas las Leonias, especialmente contra los orcos.

    Lo cierto es que ese pacto jamas se hubiera dado con el Aris anterior a la obtención de la corona. Era como si el artefacto tuviese una pérdida influencia sobre el monarca, haciéndolo cada vez más cruel y taimado, hambriento de poder y conquista. 

    Desarrolló además habilidades paranormales, difíciles de explicar, pudiendo invocar lluvias de sangre o destripar un buey con tan sólo desearlo.

     Los orcos de Nashval, liderados por la tribuna Silvia Garkus, se hartaron de los abusos del tirano. Lideraron una revuelta que puso en jaque al ejército de Aris, y asaltaron la fortaleza en la que residía. 

    Todos los orcos murieron en ese asalto, no antes de que la pròpia Garkus asesinara a Aris. 

    La tragedia de Aris fue que incluso en los últimos momentos de su vida no tuvo en su mente lugar para algo que no fuera saciar su codicia. 

    Mas su dinastía murió con él. El día de su funeral, sus tres hijos reclamaron cada uno para sí la nefasta corona y el derecho a gobernar unido a ella. 

    Se mataron entre ellos, delante de toda la corte y manchando con su propia sangre el trono, cuerpo de su padre y la corona.


    La ahora llamada Corona de Sangre fue recogida por Oppas el Borracho y oculta en un lugar desconocido, para que nadie más volviera a padecer por su presencia. 

    E instauró el sistema electoral del rey, creyendo que evitaría futuras luchas de poder. 

    Lo que no sabía es que la maldición de la corona había consumido a todos los visikorvos, y estuvieron en eterna guerra civil durante siglos, consumidos por la avaricia y la codicia.

    Para la gente de a pie de toda la península, la llegada de los conquistadores azharitas fue vista como la clemencia de los dioses para acabar con tantos siglos de tormento, traición y codicia sin sentido.

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