Opera Prima, Opera Magna
Amelia revisó los glifos de contención. Si salía mal, no quería ni imaginar la explosión que tendría por resultado.
-¿Y bien?, -preguntó el maestro Kobalt-. ¿Voy a poder ver tu artilugio o no?
-Sí , maestro Kobalt-, dijo la semiorca adolescente.
-Tú misma pediste esta prueba de admisión. Ya sabes que si por mí fuera no entrarías a formar parte del colegio.
Amelia ignoró el comentario. A pesar de su corta edad había demostrado ser una muy buena candidata para ser formada como tecnoturga.
No tenía sentido. Ya era oficial de herrería y orfebre, y había demostrado sus habilidades innatas para la magia. Era una aprendiz de alquimista de pleno derecho, no hacía falta una prueba de habilidad para que la dejasen especializarse en tecnoturgia. Estaba capacitada
Sin embargo, el maestro Koldo Kobalt, un tuergo canoso y tuerto, se negaba a aceptar a una medio orca si no demostraba que poseía las mismas habilidades técnicas que otros alumnos.
Amelia había tenido que pasar casi toda una luna sin dormir, estudiando en la biblioteca tomos de tecnoturgia avanzada, demasiado superiores a su nivel de comprensión. Por suerte, Tío Andoni le había ayudado con todo.
Kobalt había exigido la creación de un artefacto único, que sirviera tanto para un uso civil como militar, y que aprovechara el poder del viento.
A la reunión también habían asistido Tío Andoni, su tío biológico que la había adoptado tras la falta de su madre, hermana suya, y el maestro Gorka Prata, otro tecnoturgo tuergo, de barbas blancas y largas, y ojos pequeños, cuyo aspecto inspiraba la misma ternura que un abuelo.
-No se preocupe Maestro Kobalt. Amelia ha trabajado muy duro, no se arrepentirá...-Intentó decir tío Andoni.
- Cuando quiera saber tu opinión te lo exigiré, Orco -ladró Kobalt-. Bastante hago con dar esta oportunidad a tu hija.
-Koldo, compórtate -Dijo el maestro Prata -.
>>Te recuerdo -continuó Prata tras un instante de incómodo silencio- Que Andoni Maugir es uno de los más prestigiosos miembros del gremio de orfebres. Muestra un mínimo de respeto
Se dirigió entonces a Amelia:
-Puedes empezar cuando quieras, pequeña.
-Maestro Kobalt, Maestro Prata -dijo Amelia-, la tecnoturgia tiene el propósito de mejorar la vida de las personas uniendo tecnología y ciencia mágica. Lo que hoy les presento tiene ese cometido.
Levantó la blanca lona, y reveló el objeto: Un tonel de metal, del cual salían diferentes protuberancias en forma de tuberías, habiendo una principal. Estaba acompañado de artefactos parecidos a éste, pero de tamaños más reducidos.
-Les presento la bomba de aire comprimido- Anunció Amelia.
Dedicó tiempo a explicar cómo lo había fabricado, que materiales y runas había utilizado, y cómo recogía aire para almacenarlo comprimido en su interior sin que irradiara su potencial mágico.
Tío Andoni estaba ilusionado y con cara de orgullo, viendo cómo su pequeña hablaba.
El maestro Prata estaba muy interesado en la presentación, soltando una pregunta de vez en cuando sobre cómo había hecho las aleaciones o que tipo de cincel taumatúrgico había utilizado para grabar los glifos de protección.
Kobalt, por su parte, estaba callado, e imperturbable.
-La aleación de Odolio y Cobre que has utilizado -dijo solamente- es altamente inflamable, capacidad que "contagia" los elementos que retiene. ¿No has pensado que podría estallar esa bombona cuando el aire liberado entrara en contacto con el fuego?
-Sí, y le puse solución mediante la inscripción de glifos de características ignífugas, modificados para que la característica de inmunidad al fuego se transmita al aire acumulado.
Amelia sacó su pequeño estuche de flamerio (metal elemental de fuego), su primer invento de cuando era niña. Sacó de él el pequeño bastón de hierro rematado en una punta de flamerio y, como en otras ocasiones, frotó esa punta contra el estuche, haciendo que prendiera la punta.
Puso la "cerilla" delante de la boca de escape de la bomba. Amelia activó el pistón adecuado, liberando una ráfaga de aire tan fuerte que apagó la llama del pequeño bastón de metal. Pero, no se inflamó la bocanada de aire.
-Es totalmente seguro -anunció Amelia.
-¿Y qué utilidad tiene? -preguntó Kobalt.
-Se puede adaptar para múltiples funciones, tanto civiles como militares. Por ejemplo, puede utilizarse para la creación de bañeras de hidromasaje.
-¿hidroqué?-preguntó Prata.
-Es un nuevo método de masaje propuesto por la galena Stinza. Stinza habla del uso terapéutico de las aguas en movimiento y percutiendo en el cuerpo del paciente para tratar ciertos males fisiológicos.
>>Además, resulta muy terapéutico y relajante, y tenemos constancia que en las termas de la antigua Urbia había un método muy parecido.
-¿Y militar?- dijo Kobalt secamente.
-Una pistola de aire
Al ver el desconcierto de los dos maestros, Amelia mostró la pistola con bomba de ire comprimido, con un cañón algo más ancho de lo habitual en una pistola.
- El aire comprimido se libera pulsando el gatillo-explicó-, con suficiente potencia para disparar el proyectil. Se puede modificar la potencia de la liberación de aire para atravesar placas de hierro bien forjadas, pero sobre todo, su principal función sería como arma contra vampiros.
Kobalt rió.
-¿Has respirado helio? ¡Los vampiros no son vulnerables al aire! Estúpidos orcos ...
-Madera.
-¿Cómo?
-La principal munición de este aparato son estacas de madera- Explicó Amelia, mostrando el proyectil que iba a usar: Una estaca de ocho pulgadas.
La introdujo en el cañón de la pistola, y apuntó contra una plancha de hierro de 2 pulgadas de grosor.
Disparó.
Al no haber pólvora, no se oyó el disparo, pero el impacto contra la plancha fue como si hubiesen pegado un martillazo contra el peto de un caballero del rey.
La estaca había atravesado el metal, a suficiente profundidad como para confirmar la muerte de haber sido una persona.
Todos los presentes, incluido Kobalt, no pudieron ocultar su asombro. Y Amelia Grauss no pudo evitar mostrar una sonrisa de triunfo.
Sin duda, ésto era suficiente para asegurarse sus clases de Tecnoturgia.
-Mi enhorabuena, Amelia -Dijo Prata-. Tu invento es un gran hito.
-Y supondrá un buen negocio-Dijo Kobalt. Su mirada había cambiado. Parecía la de alguien hambriento-. Entrarás en el colegio de tecnoturgia. A cambio dame los planos y fórmulas alquímicas que has utilizado para la creación de la bomba.
La sonrisa de Amelia desapareció.
-No lo entiendo.
-¿que no entiendes, pielpistacho?-escupió Kobalt-. Si quieres estudiar y formarte como tecnoturga, me cederás la patente.
Era la primera vez en su vida que Amelia no reaccionaba con violencia ante el insulto de pielpistacho. Estaba demasiado confusa con lo que estaba pasando como para reaccionar.
-En tus manos -continuó Kobalt señalando la plancha atravesada por la estaca- es un peligro para todos. En las mías, no.
-Pero no puedes hacer ésto- Dijo el maestro Prata-. Según dicta el canon de la magia, todo alquimista es dueño de todas las patentes que fabrica. Estás haciendo extorsión, Kobalt.
-¿Acaso no has visto lo que ha hecho esa pistola?
-¡Le pediste un arma!
-¡Y es demasiado efectiva! En manos de esta semiorca -continuó Kobalt- podría acabar siendo un peligro para todos. Al menos, teniendo yo la patente, habrá control y daremos recursos a los talleres de la Academia con las ventas de ésto.
-Sólo buscas lucrarte en base al trabajo ajeno- dijo Prata.
-Y más te vale cerrar la boca, viejo hipócrita.
-Estás violando el Canon de la magia y abusando de una alquimista y muy prometedora tecnoturga.
-¿ACASO ESTOY HACIENDO NIGROMANCIA? -estalló Kobalt-. Entérate bien Gorka, como digas una sola palabra pienso destrozarte. Sabes que puedo hacerlo. Ni todos tus años en el gremio de tecnoturgos te salvarán de mi ira.
-En cuanto a tí -dijo Kobalt a Amelia-, vas a dármelo todo.
-Pero maestro, la patente me permitiría dar dinero a mi familia...
-Es muy sencillo,bastarda semiorca: Puedo hacer una réplica sin tu patente y serías expulsada por hacer una copia ilegal. Tardaré más, me costará más, pero sin duda llegaré.
>>Y estaré tan enfadado contigo por tu negación a colaborar que no te querré ver por aquí. Se inteligente.
Amelia cerró el puño, pero sintió la mano de Tio Andoni agarrando con cariño ese mismo puño. La chica miró hacia su tío, y vio que éste, con su mirada, le pidió calma y sosiego. Tío Andoni negaba con la cabeza.
No valía la pena.
-Amelia Grauss accede- dijo Tío Andoni.
-Necesitamos la patente... -protestó Amelia.
-Y tú necesitas ser tecnoturga -dijo Tío Andoni, acariciando su mejilla-. Créeme, es mejor así. Si para enriquecerme tienes que renunciar a tu sueño, prefiero pasar hambre un día más.
Los criados de Kobalt llegaron y se lo llevaron todo.
Y Amelia dio todos los manuscritos y papeles en los que había estado trabajando durante todo un mes. Ahí estaba todo: fórmulas de aleación, medidas, funcionamiento de los glifos. Todo para crear la bomba de aire comprimido.
-Nos vemos la semana que viene, aprendiz -Dijo Kobalt con una sonrisa-. No llegues tarde a clase.
Kobalt se fue, henchido y con gesto como si hubiese ganado una gran batalla.
-Algún día ésto te estallará en la cara-Dijo Gorka Prata-. Debería de darte vergüenza, siendo un tuergo como yo.
-Hasta que llegue ese día- dijo Kobalt-, el hidromasaje me hará rico.
-Acabas de decepcionar al Padre Eskerlios. No podrías haber caído más bajo.
-Tranquilo, es un dios. Lo superará.
Se quedaron Tío Andoni y Amelia, de pie en la sala. Sin saber qué hacer.
Amelia se extrañó porque, aun estando triste, no le caía ninguna lágrima.
Quizás ya se había acostumbrado a que la tratasen así por ser medio pielverde.
-Ésto es una mierda -Sólo pudo decir-. Una jodida mierda.
-Bueno, al menos hoy cenamos pollo -recordó Tío Andoni.
-¿Es un motivo para alegrarse?
-¡Por supuesto que sí! Tu tía hace el mejor pollo al horno de toda Pilkerk.
-Pero no hay nada que celebrar.
-Amelia -Tío Andoni le cogió de los hombros-, tienes motivos para estar frustrada. Pero has demostrado ser una tecnoturga muy capacitada.
-¿Y quién va a reconocérmelo? No puedo demostrarlo.
-Pero podrás- insistió Tío Andoni-, Tarde o temprano. Mira lo que has hecho sin tener la formación. Imagina cuando termines tu formación. Serás la mejor tecnoturgia de las Leonias.
-Confirmo -dijo de repente Gorka Prata.
Amelia se puso recta.
-Me gustaría decirte que voy a tomar medidas contra Kobalt- dijo Prata-. Pero es demasiado poderoso y yo demasiado impopular. Es un cáncer que está destruyendo esta institución y soy muy viejo para que se tenga en cuenta mi voz.
-No tiene importancia, maestro-Dijo Amelia-.
-Pero hay algo que me ha llamado la atención. Hiciste fuego sin usar ningún tipo de magia ni yesca ni pedernal- dijo Prata, señalando el estuche de flamerio-. Usaste eso. ¿Cómo funciona?
Amelia no sabía que tenía de importante eso, pero se lo explicó.
-El flamerio se inflama cuando chocas dos fragmentos- explicó Amelia-. Con esa idea me hice ésto.
Prata estudió el estuche y el bastón rematado de flamerio.
-Fascinante-dijo-. Es tan simple, sencillo y brillante que me siento estúpido de que no se me haya ocurrido jamás hacerlo.
-¿A qué se refiere, maestro?
-Me refiero, a que no puedo recuperar tu máquina de aire comprimido. Pero, puedo darte algo mejor. El título de maestro de herrería y orfebrería. Si a tu maestro y tío le parece bien.
-¿Por esta baratija?- dijo Amelia, dubitativa.
-Esta baratija facilitará mucho la tarea a quien no pueda utilizar grandes fuegos ni animales escupefuego. Además, los alquimistas que tienen títulos de oficial tienen acceso a mejores recursos y bibliografía. Los maestros artesanos, todos.
>>No sólo eso, sino que el título de maestro te otorga licencia para montar tu propio taller de tecnoturgia, aunque todavía no ejerzas. Podrás trabajar y practicar tus lecciones de alquimia mientras sacas beneficio económico. Y así podrás llevar dinero a tu casa.
Amelia no sabía qué decir.
-Gracias-dijo simplemente tras casi un minuto de silencio.
-No me las des -Dijo el maestro Prata-. Tienes talento, niña. Eres una herrera y orfebre de gran habilidad. Y la tecnoturga más prometedora de tu promoción. Y eso que aún no has empezado. Por ello, seré tu tutor y maestro del oficio.
Eso sí, ten cuidado con Kobalt. Buscará tirarte a la mínima oportunidad.
Y así comienza la historia de Amelia Grauss, en su camino para alcanzar el grado de maestra de tecnoturga.
Pocos esperan de ella. Pero aquí estamos, hablando de sus humildes principios.