La historia de #Middengardia está llena de historias, leyendas y sagas de héroes extraordinarios.
Y una de ellos es la enana Anna Caracortada, Salvadora de Kraivan.
Anna
Prata formaba parte del patriciado de la ciudad-Forja de Elirion. Su
familia había huído de Kraivan durante la subida al poder de la dinastía
Carkovriss. Pero de eso hacía ya cuatro siglos, y ahora Kraivan
llevaba casi cien años de guerra civil.
Los clanes tuergos que habían formado el imperio urbiano de Kraivan se desgarraban entre ellos , mientras que los dragones de la Nación Gobar y el califato de Mairina aprovechaban la Decadència de los antaño señores de la Leonia Occidental.
Tras
sobrevivir a un linchamiento en el que se ganó su sobrenombre, Anna se
autoexilió junto a sus más leales servidores, y puso rumbo al oeste.
En
su periplo, ella y sus 40 guerreros atravesaron tanto los reinos del
norte como los dominios del califa, siempre luchando por la
supervivencia y al borde de la muerte. Ella misma protagonizó hazañas
que nadie creería hasta mucho después, pero finalmente llegó a lo que
quedaba de la debilitada Kraivan.
Dedicó los siguientes quince años de su vida a
volver a unir a todos los clanes en un proyecto común, un sueño antes
llamado Kraivan, usando tanto la diplomacia como la guerra para instar a
que los tuergos de toda Kraivan olvidaran sus diferencias
frente a los enemigos comunes.
La culminación de su labor llegó en la
batalla de Skoggron, en la que la propia Anna Caracortada venció al
dragón Morlivan Gobar con su hacha, y aseguró la supervivencia de la nueva
hermandad entre los clanes.
Las heridas del enfrentamiento la tuvieron postrada en una silla el resto de sus días, en los que ayudó a fundar la República de Kraivan, en la que todos los clanes serían iguales en gobierno y ante la ley. Una república hecha por los enanos y para los enanos.
Al poco de firmarse el Tratado de La República, Anna Prata Caracortada falleció, y fue honrada como fundadora de la patria.
Siglos
más tarde Kraivan volvería a tener un emperador con la dinastía
Siderion, pero a día de hoy se la recuerda como la reencarnación de todo
a lo que un enano debe aspirar: sobrevivir y prosperar
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