Aníbal y las Serpientes del Caos
Existe un proyecto financiado por el patriarca de Portlleó, una estatua en honor al dios Aníbal que muestre el ascenso a la grandeza cuando era joven y aún no se sabía cuál sería su destino. El escultor elegido para el proyecto es Iulio Castio, de Licanua. De momento, sólo se ha revelado el esbozo en dibujo, mostrando a un Aníbal joven, de cuerpo en una poderosa tensión y con increíble expresión emocional vibrando en cada uno de sus músculos marcados,
un rostro casi enloquecido por la furia, al tiempo que está estrangulando a dos serpientes. Es el pasaje de su enfrentamiento contra Sekna y Radama.
En la creación, Naanga y Lódun se mataron por ver quién reinaría el cosmos.
Y
de sus cadáveres surgió la vida. De Naanga crecería Nórdvassil el árbol
vertebrador de la creación, los dioses y los archidracos. De Lódun
surgiría el miasma, los gigantes y su líder, Lódungarm.
Pero los
intestinos de Lódun se partieron en dos, y se transformaron en Sekna y
Radama, las dos serpientes de la destrucción, que devoraban todo rastro
de vida, y ni dioses ni gigantes estaban a salvo de su voraz gula.
Llegado
a los dioses el tiempo de la tiranía de Skármajon, éste encomendó a su
joven hijo Aníbal cazar a las serpientes del caos.
Aníbal partió con su ejército, y siguió el rastro hasta Frossetheim mundo de hielo y jardín de su padre señor de glaciares.
Una avalancha lo separó de sus soldados, y vagó solo durante días, sin comida o agua, luchando por la supervivencia.
En
su momento más débil, las serpientes lo atacaron, enrroscándose
alrededor suyo para constreñirlo y devorarlo. Aníbal no iba a morir sin
luchar, y se resistió. Justo cuando sus hombres lo encontraron, Aníbal
había agarrado a ambas serpientes de sus escamosos cuellos. Y apretó.
Sacó fuerzas de flaqueza, embriagándose de la furia y la voluntad que
nacían desde su interior, apretando más fuerte, liberando un alarido que
hizo temblar las montañas y despertó los volcanes del lejano sur,
llegando a apretar tan fuerte que sus manos se volvieron fuego. Y Sekna y
Radama, las voraces serpientes de la destrucción, largas como ríos y
gruesas como secuoyas, yacían ahora estranguladas y muertas a sus pies,
y sus hombres rugieron su victoria.
La primera victoria de quien estaba destinado a derrocar a Skármajon.
Y
mientras su padre era hielo en cada gesto, él sería fuego avivado en
sus susurros y ardientes llamaradas en sus gritos de guerra.
Donde el padre era tiranía, el hijo sería libertad.
Donde el padre era crueldad, el hijo sería honor y nobleza.
Donde el padre era tirano, el hijo sería Rey.
Y mientras el padre trajo la esclavitud, el hijo traería Gloria.
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